domingo, 13 de marzo de 2011

EDMOND ROSTAND


CYRANO.
¡Si yo consiguiera ser un guapo mosquetero!
CRISTIÁN.
¡Quiero a Rosana y voy a desilusionarla!
CYRANO. (Mirando a Cristián.)
¡Si yo encontrase para expresar mis sentimientos un intérprete parecido a éste!
CRISTIÁN. (Con desesperación.)
¡Me falta ingenio!
CYRANO. (Repentinamente. )
¡Yo te lo presto a cambio de tu encanto físico y seductor! ¡Hagamos los dos un héroe novelesco!
CRISTIÁN. ¿Qué...?
CYRANO.
¿Te sientes con las fuerzas necesarias para repetir lo que yo te enseñe cada día?
CRISTIÁN.
¿Me propones...?
CYRANO.
¡Rosana no se desilusionará! Dime, ¿quieres que entre los dos la conquistemos? ¿Quieres sentir pasar de mi jubón de payaso a tu jubón bordado lo que mi alma te inspire? CRISTIÁN.
¡Pero Cyrano!...
CYRANO.
¿Quieres?
CRISTIÁN.
¡Me das miedo!
CYRANO.
Ya que temes enfriar su corazón, ¿por qué no intentar que sus labios y mis frases colaboren?
CRISTIÁN.
¡Tus ojos brillan!
CYRANO.
¿Aceptas?
CRISTIÁN.
¿Tanto placer te causaría?
CYRANO. (Nervioso.)
¡Esto...! (Refrenándose y añadiendo como poeta.) ¡Esto me divertiría! ¡Es una experiencia digna de un poeta! ¿Quieres completarme y que yo te complete? ¡Tu caminarás y yo iré a tu lado, en la sombra. ¡Yo seré tu ingenio y tú serás mi belleza!
CRISTIÁN.
¡Pero nunca podré escribir la carta que hay que enviarle esta noche!
CYRANO. (Sacando de su jubón la carta escrita por él.) ¡Toma!, ¡aquí está!
CRISTIÁN. ¿Cómo?...
CYRANO.
¡Sólo faltan las señas!
CRISTIÁN.
¡Yo...!
CYRANO.
Puedes enviársela con toda tranquilidad... ¡está bien escrita!
CRISTIÁN.
¿Y la habías...?
CYRANO.
¡Los poetas siempre tenemos en nuestros bolsillos cartas dirigidas a imaginadas Cloris... ¡a las Cloris de nuestros sueños!... porque nosotros somos los que por amante únicamente tenemos la ilusión sugerida por las burbujas de un nombre. Tómala y harás realidad mis divagaciones. Yo lancé al azar estas quejas y lamentos: tu verás posarse esos pájaros errantes. ¡Cógela: verás que cuanto más elocuente, fui menos sincero! ¡Cógela y terminemos! CRISTIÁN. Pero, ¿ni siquiera hay que cambiar algunas palabras? Escrita así, como una divagación... ¿servirá para el caso de Rosana?
CYRANO.
¡Irá como un guante!
CRISTIAN.
Pero...
CYRANO.
La credulidad del amor propio es tan grande, que Rosana creerá que está escrita para
ella.
(...)
ROSANA. (Señalándole el banco situado bajo el balcón.)
¡Subíos a ese banco, deprisa!
CYRANO. (Retrocediendo con espanto en la oscuridad.) ¡No!
ROSANA.
¿Por qué no?
CYRANO. (Más emocionado cada vez.)
Dejad que aproveche... esta ocasión que se presenta para hablar dulcemente sin vernos.
ROSANA.
¿Sin vernos?
CYRANO.
Sí, es delicioso. Apenas si adivino vuestro rostro. Vos veis únicamente la negrura de
un largo manto que cae y yo vislumbro apenas la blancura de un vestido de verano: yo no soy más que una sombra; vos, una claridad. ¿Ignoráis lo que para mí representan estos minutos? Si alguna vez fui elocuente.
(...)
CYRANO.
Todas, todas aquellas palabras que se me ocurran, os las ofreceré sin ponerlas ni aderezarlas en un ramillete: os amo; me ahogo, enloquezco, no puedo más, es demasiado... ¡Tu nombre es para mi corazón como un cascabel...! y como siempre ante ti estoy temblando, el cascabel se agita y tu nombre suena. ¡Tanto te he amado que me acuerdo de todo...! Sé que el año pasado, un día, el doce de mayo, te cambiaste el peinado para salir
por la mañana... Cuando se fija demasiado rato la vista en el sol, se ven encima de las cosas cercos encarnados... Del mismo modo, cuando aparto la vista del fuego encendido de tu cabellera, mis ojos, deslumbrados, ven por todas partes manchas rojizas... ROSANA. (Con voz trémula.) Sí, ¡esto es amor! CYRANO. Decís bien. Este sentimiento, terrible y celoso que me invade, es verdadero amor... Tiene todo el furor triste del amor y sin embargo, no es egoísta ¡Ah! por tu felicidad yo daría la mía, aunque tú nunca llegaras a enterarte de nada. ¡Si alguna vez pudiera, aunque de lejos, oír la risa de la felicidad nacida de mi sacrificio!... ¡Cada mirada tuya suscita en mí una virtud nueva!... ¡me da más valor! ¿Te das cuenta? ¿Entiendes ahora lo que me pasa? ¿Sientes en esta sombra, subir hasta ti mi alma? En verdad, esta noche es demasiado bella, demasiado dulce... Yo os digo todo esto y vos... ¡vos me escucháis! ¡Es demasiado! ¡Incluso mi esperanza más atrevida, nunca osó esperar tanto! Ahora sólo me resta morir. ¡Es por mis palabras por lo que ella tiembla entre las hojas como una hoja más! ¡Pues tiemblas!... porque, lo quieras o no, he sentido bajar, a lo largo de las ramas de jazmín, el temblor adorado de tu mano (Besa enamoradamente la punta de una rama que cuelga.)
ROSANA. ¡Sí! ¡Tiemblo y lloro, y te amo, y soy tuya!... ¡Tú me has enloquecido, me has embriagado!... CYRANO. Entonces... ¡que venga la muerte! Esta borrachera... ¡yo he sido quien ha sabido provocar esta embriaguez! Ya no pido más que una cosa...
CRISTIÁN. (De bajo del balcón.)
¡Un beso!
ROSANA. (Echándose hacia atrás.)
¿Qué?
CYRANO.
¡Oh!
ROSANA.
¿Qué... qué habéis pedido?
CYRANO.
Yo... yo... (A Cristián.) ¡Vas demasiado aprisa!
CRISTIÁN.
¡Ahora que está turbada puedo aprovecharme!
CYRANO. (A Rosana.)
Si, yo... yo he pedido... es verdad ¡santo Cielo!... Comprendo que fui demasiado audaz. ROSANA (Un poco decepcionada.) ¿O sea que ya no lo queréis? CYRANO. Sí... Lo quiero... ¡sin quererlo! Si vuestro pudor se conturba, no recordéis más ese beso.
CRISTIÁN. (A Cyrano. tirándole de la capa.) ¿Por qué?
CYRANO.
¡Cállate. Cristián!
ROSANA. (Inclinándose hacia adelante.) ¿Qué decíais en voz baja?
CYRANO. Me reñía a mí mismo por haber ido demasiado lejos y me decía: « ¡Cállate, Cristián!»
(...)
ROSANA.
¡Este instante infinito!... CYRANO. (Empujándole. ) ¡Sube ya, animal!
(Cristián se decide y por el banco, las ramas y los pilares, alcanza la balaustrada y se sienta en ella.) CRISTIÁN. ¡Rosana! (Lo abraza y se inclina sobre sus labios.) CYRANO. ¡Ay!... ¡Qué punzada en el corazón! ¡Beso, festín de amor en el que a mí me toca el papel de Lázaro! ... De esa sombra me llega una de tus migajas. Sí, siento que mi corazón recibe algo, porque en esos labios a los que Rosana se entrega, está besando las palabras que yo he dicho hace un instante.

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