viernes, 18 de marzo de 2011

LUISA Mª ALCOTT

FRAGMENTO DEL CAPÍTULO XIX - EL TESTAMENTO DE AMY

MI ÚLTIMO TESTAMENTO

“Yo, Amy Curtis March, estando en mi sano juicio, doy y lego toda mi propiedad personal, viz, es a saber, pongo por caso:
“A mi padre, mis mejores cuadros, dibujos, mapas y obras de arte, incluyendo los marcos. También mis cien dólares, para que haga con ellos lo que guste.
“A mi madre, todos mis vestidos, excepto el delantal azul con bolsillos; también mi retrato y mi medalla con muchísimo amor.
“A mi querida hermana Meg, doy mi anillo de turquesa (si lo recibo); también mi cajita verde con la estampa de tórtolas; también mi pedazo de encaje verdadero para su cuello, y mi dibujo de ella, como un recuerdo de “su  niñita”.
“A Jo, mi alfiler de pecho, el reparado con lacre; también mi tintero de bronce (ella perdió la tapa) y mi precioso conejo de yeso, porque me arrepiento de haber quemado su manuscrito.
“A Beth (si me sobrevive), doy mis muñecas y el pequeño escritorio, mi abanico, mis cuellos de hilo y mis zapatillas nuevas, si puede ponérselas, pues probablemente estará delgada después de su enfermedad. Y con esto también le dejo mi arrepentimiento de que me burlé de su vieja muñeca Joanna.
(...)
“Y ahora, habiendo dispuesto de mi propiedad de más valor, espero que todos quedarán contentos y no se quejarán de la muerta. Perdono a todos y tengo la confianza de que nos encontraremos cuando suene la trompeta. Amén
(...)
-          ¿Qué idea te dio de hacer esto? ¿Te ha dicho alguien que Beth ha dado sus cosas a los demás? – preguntó, gravemente, Laurie, mientras Amy ponía delante de él un pedazo de cinta roja, con lacre, una bujía y un tintero.
-          Ella se explicó y después preguntó ansiosamente:
-          ¿Qué has dicho de Beth?
-          Siento mucho haber hablado; pero ya que he empezado, te lo diré, un día se sintió tan enferma que dijo a Jo que deseaba dar su piano a Meg, su pájaro a ti y la pobre muñeca vieja a Jo, que la querría por amor a ella. Sentía no tener más para dar y dejaba bucles de su pelo a los demás y sus mejores cariños a mi abuelo. Ella no pensó nunca en un testamento.
        Laurie firmaba y sellaba según hablaba y no levantó los ojos hasta que una lágrima grande cayó en el papel. La cara de Amy estaba llena de pena, pero no dijo más que:
-          ¿No se acostumbra a poner alguna clase de posdata a los testamentos algunas veces?
-          Sí, codicilos los llaman.
-          Entonces pon uno en el mío. Que deseo que todos mis bucles sean cortados y dados a mis amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario